8/12/21

VIRGENES Y SANTAS

 

 El 8 de diciembre se celebra el día de la Inmaculada Concepción de María, nueve meses antes de la celebración de la Natividad de la Virgen, el 8 de septiembre.


Se trata de
un dogma de la Iglesia católica decretado en 1854 que sostiene que la Virgen María estuvo libre del pecado original desde el primer momento de su concepción por los méritos de su hijo Jesucristo, recogiendo de esta manera el sentir de dos mil años de tradición cristiana al respecto.

 

No debe confundirse este dogma con la doctrina del nacimiento virginal de Jesús, que sostiene que Jesús fue concebido sin intervención de varón mientras que María permaneció virgen antes, durante y después del parto.

 

Al desarrollar la doctrina de la Inmaculada Concepción, la Iglesia católica contempla la posición especial de María por ser madre de Cristo, y sostiene que Dios preservó a María desde el momento de su concepción de toda mancha o efecto del pecado original, que había de transmitirse a todos los hombres por ser descendientes de Adán y Eva, en atención a que iba a ser la madre de Jesús, quien también es Dios. La doctrina reafirma con la expresión «llena de gracia» (Gratia Plena) contenida en el saludo del arcángel Gabriel (Lc. 1,28), y recogida en la oración del Ave María, este aspecto de ser libre de pecado por la gracia de Dios.

Traemos aquí una pequeña selección de mujeres, que como madres, que sembraron semillas de santidad en sus hijos.

 



Sin duda, una de las más grandes vocaciones ("sublime vocación" la llamaría San Juan XXIII), es la de ser madre. Y es que son muchas cosas las que la hacen ser única y particular: llevar al hijo en el vientre, el parto y sus dolores, la cercanía con los hijos, las continuas manifestaciones de afecto, etcétera. Y la vocación maternal puede ser todavía más sublime, cuando la madre engendra y educa un hijo que después se convierte en un modelo de vida para la humanidad.

En esta ocasión presentamos una pequeña lista de grupo de mujeres, que, con su ejemplo y vocación, sembraron la fe en Cristo en el corazón de sus hijos.  (Con la clara excepción, en este punto, de la Santísima Virgen María).

 

Santa Ana, madre de la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, cuyo nombre se conserva gracias a la tradición de los cristianos

 

 


 

 

 La Virgen María, los Padres del Concilio de Efeso la aclamaron como Theotokos (Madre de Dios), porque en ella la Palabra se hizo carne, y acampó entre los hombres el Hijo de Dios, príncipe de la paz, cuyo nombre está por encima de todo otro nombre.

El 13 de mayo de 1917, en Portugal. En la localidad de Aljustrel, la contemplación de la que, en el orden de la gracia, es nuestra Madre clementísima, suscita en muchos fieles, no obstante, las adversidades, la oración por los pecadores y la profunda conversión de los corazones.

 


 

Santa Nona de Nacianzo, esposa de san Gregorio el Viejo y madre de los santos Gregorio el Teólogo, Cesáreo y Gorgona († 374).

 


 

 

 

Santa Mónica, muy joven todavía, fue dada en matrimonio a Patricio, del que tuvo hijos, entre los cuales se cuenta a Agustín, por cuya conversión derramó abundantes lágrimas y oró mucho a Dios. Al tiempo de partir para África, ardiendo en deseos de la vida celestial, murió en la ciudad de Ostia del Tíber († 387).

 


 

 

Santa Matilde, esposa fidelísima del rey Enrique I, la cual, conspicua por la humildad y la paciencia, se dedicó a aliviar a los pobres y a fundar hospitales y monasterios. († 968)

 

 


 

 

Santa Isabel de Hungría, siendo casi niña se casó con Luis, landgrave de Turingia, a quien dio tres hijos, y al quedar viuda, después de sufrir muchas calamidades y siempre inclinada a la meditación de las cosas celestiales, se retiró a Marburgo, en la actual Alemania, en un hospital que ella misma había fundado, donde, abrazándose a la pobreza, se dedicó al cuidado de los enfermos y de los pobres hasta el último suspiro de su vida, que fue a los veinticinco años de edad († 1231).








Santa Ángela de Foligno, después de la muerte de su esposo y de sus hijos, siguió las huellas de san Francisco, entregándose totalmente a Dios, y escribió un libro, en donde cuenta las experiencias de su vida mística († 1309).

 

 


 

 

Beata Margarita Pole, madre de familia y mártir, que, siendo condesa de Salisbury y madre del cardenal Reginaldo, fue decapitada en la cárcel de la Torre de Londres en tiempo del rey Enrique VIII por haber desaprobado su divorcio, encontrando así reposo en la paz de Cristo († 1541)

 

 


 

Beata María de la Encarnación Avrillot, ejemplar madre de familia y mujer sumamente devota, que introdujo el Carmelo en Francia, fundó cinco monasterios y, muerto su esposo, abrazó la vida religiosa. († 1618)

 

 

 


 

Santa Luisa de Marillac, viuda, que con el ejemplo formó el Instituto de Hermanas de la Caridad para ayuda de los necesitados, completando así la obra delineada por san Vicente de Paúl († 1660).

 

 


 

 

María de la Encarnación Guyart, siendo madre de familia, después de la muerte de su esposo confió a su hijo, aún pequeño, a los cuidados de su hermana e, ingresando en las Ursulinas, estableció la primera casa de este Instituto en Canadá, distinguiéndose por su actividad († 1672).

 

 


 

Beata Ana María Taigi, madre de familia, que, víctima de la violencia de su marido, cuidó de él y de sus siete hijos, educándolos convenientemente, y se distinguió, además, por su atención a las necesidades espirituales y materiales de los pobres y de los enfermos († 1837).

 

 


 

Santa Joaquina de Vedruna, madre de familia, educó piadosamente a sus nueve hijos y, una vez viuda, fundó el Instituto de las Carmelitas de la Caridad, soportando con tranquilidad de ánimo toda clase de sufrimientos hasta su muerte, que ocurrió por contagio del cólera († 1854).

 

 


 

Santa Celia Guérin, esposa de Luis Martin y madre de santa Teresa del Niño Jesús, que con su marido son ejemplo de matrimonio cristiano († 1877).

 

 

 


 

Santa Gianna Beretta Molla, madre de familia, que, esperando un hijo, no dudó en anteponer con amor la vida de la criatura a la suya propia († 1962).

 

 

 


 

Beata María Corsini (Beltrame Quattrocchi), que, siendo madre de familia, ilustró de modo conspicuo a la familia de Cristo y a la sociedad, viviendo ejemplarmente su vida matrimonial y mostrando su comunión de fe y amor hacia el prójimo († 1965).

 

 

 


 

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Enseñarás a volar...pero no volarán tu vuelo.

Enseñarás a soñar...pero no soñarán tus sueños.

Enseñarás a vivir...pero no vivirán tu vida.

Enseñarás a cantar...pero no cantarán tu canción.

Enseñarás a pensar...pero no pensarán como tú.

Pero sabrás que cada vez que ellos vuelen, sueñen, vivan, canten y piensen...

¡Estará en ellos la semilla del camino enseñado y aprendido!

Madre Teresa de Calcuta

 

En este artículo se presenta información extraída de Catholic.net, Autor: Xavier Villalta A.

 

 


 

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