El 8 de diciembre se celebra el día de la Inmaculada Concepción de María, nueve
meses antes de la celebración de la Natividad de la Virgen, el 8 de septiembre.
Se trata de un dogma de la Iglesia católica decretado en 1854 que sostiene que la Virgen María estuvo libre del pecado original desde el primer momento de su concepción por los méritos de su hijo Jesucristo, recogiendo de esta manera el sentir de dos mil años de tradición cristiana al respecto.
No debe confundirse este dogma con la doctrina del
nacimiento virginal de Jesús, que sostiene que Jesús fue concebido sin
intervención de varón mientras que María permaneció virgen antes, durante y
después del parto.
Al desarrollar la doctrina de la Inmaculada Concepción, la
Iglesia católica contempla la posición especial de María por ser madre de
Cristo, y sostiene que Dios preservó a María desde el momento de su concepción
de toda mancha o efecto del pecado original, que había de transmitirse a todos
los hombres por ser descendientes de Adán y Eva, en atención a que iba a ser la
madre de Jesús, quien también es Dios. La doctrina reafirma con la expresión
«llena de gracia» (Gratia Plena) contenida en el saludo del arcángel Gabriel
(Lc. 1,28), y recogida en la oración del Ave María, este aspecto de ser libre
de pecado por la gracia de Dios.
Traemos aquí una pequeña selección de mujeres, que como
madres, que sembraron semillas de santidad en sus hijos.
Sin duda, una de las más grandes
vocaciones ("sublime vocación" la llamaría San Juan XXIII), es la de
ser madre. Y es que son muchas cosas las que la hacen ser única y particular:
llevar al hijo en el vientre, el parto y sus dolores, la cercanía con los
hijos, las continuas manifestaciones de afecto, etcétera. Y la vocación
maternal puede ser todavía más sublime, cuando la madre engendra y educa un
hijo que después se convierte en un modelo de vida para la humanidad.
En esta ocasión presentamos una pequeña
lista de grupo de mujeres, que, con su ejemplo y vocación, sembraron la fe en
Cristo en el corazón de sus hijos. (Con la clara excepción, en este
punto, de la Santísima Virgen María).
Santa Ana, madre de la Inmaculada Virgen María,
Madre de Dios, cuyo nombre se conserva gracias a la tradición de los cristianos
El 13 de mayo de 1917, en Portugal. En la localidad de
Aljustrel, la contemplación de la que, en el orden de la gracia, es nuestra
Madre clementísima, suscita en muchos fieles, no obstante, las adversidades, la
oración por los pecadores y la profunda conversión de los corazones.
Santa Nona de
Nacianzo, esposa de san Gregorio el Viejo y madre de los santos Gregorio el
Teólogo, Cesáreo y Gorgona († 374).
Santa Mónica,
muy joven todavía, fue dada en matrimonio a Patricio, del que tuvo hijos, entre
los cuales se cuenta a Agustín, por cuya conversión derramó abundantes lágrimas
y oró mucho a Dios. Al tiempo de partir para África, ardiendo en deseos de la
vida celestial, murió en la ciudad de Ostia del Tíber († 387).
Santa Matilde,
esposa fidelísima del rey Enrique I, la cual, conspicua por la humildad y la
paciencia, se dedicó a aliviar a los pobres y a fundar hospitales y
monasterios. († 968)
Santa Isabel de
Hungría, siendo casi niña se casó con Luis, landgrave de Turingia, a quien
dio tres hijos, y al quedar viuda, después de sufrir muchas calamidades y
siempre inclinada a la meditación de las cosas celestiales, se retiró a
Marburgo, en la actual Alemania, en un hospital que ella misma había fundado,
donde, abrazándose a la pobreza, se dedicó al cuidado de los enfermos y de los
pobres hasta el último suspiro de su vida, que fue a los veinticinco años de
edad († 1231).
Santa Ángela de Foligno, después de la muerte de su
esposo y de sus hijos, siguió las huellas de san Francisco, entregándose
totalmente a Dios, y escribió un libro, en donde cuenta las experiencias de su
vida mística († 1309).
Beata Margarita
Pole, madre de familia y mártir, que, siendo condesa de Salisbury y madre
del cardenal Reginaldo, fue decapitada en la cárcel de la Torre de Londres en
tiempo del rey Enrique VIII por haber desaprobado su divorcio, encontrando así
reposo en la paz de Cristo († 1541)
Beata María de la
Encarnación Avrillot, ejemplar madre de familia y mujer sumamente devota,
que introdujo el Carmelo en Francia, fundó cinco monasterios y, muerto su
esposo, abrazó la vida religiosa. († 1618)
Santa Luisa de
Marillac, viuda, que con el ejemplo formó el Instituto de Hermanas de la
Caridad para ayuda de los necesitados, completando así la obra delineada por
san Vicente de Paúl († 1660).
María de la
Encarnación Guyart, siendo madre de familia, después de la muerte de su
esposo confió a su hijo, aún pequeño, a los cuidados de su hermana e,
ingresando en las Ursulinas, estableció la primera casa de este Instituto en
Canadá, distinguiéndose por su actividad († 1672).
Beata Ana María
Taigi, madre de familia, que, víctima de la violencia de su marido, cuidó
de él y de sus siete hijos, educándolos convenientemente, y se distinguió,
además, por su atención a las necesidades espirituales y materiales de los
pobres y de los enfermos († 1837).
Santa Joaquina de
Vedruna, madre de familia, educó piadosamente a sus nueve hijos y, una vez
viuda, fundó el Instituto de las Carmelitas de la Caridad, soportando con
tranquilidad de ánimo toda clase de sufrimientos hasta su muerte, que ocurrió
por contagio del cólera († 1854).
Santa Celia
Guérin, esposa de Luis Martin y madre de santa Teresa del Niño Jesús, que
con su marido son ejemplo de matrimonio cristiano († 1877).
Santa Gianna
Beretta Molla, madre de familia, que, esperando un hijo, no dudó en
anteponer con amor la vida de la criatura a la suya propia († 1962).
Beata María
Corsini (Beltrame Quattrocchi), que, siendo madre de familia, ilustró de
modo conspicuo a la familia de Cristo y a la sociedad, viviendo ejemplarmente
su vida matrimonial y mostrando su comunión de fe y amor hacia el prójimo (†
1965).
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Enseñarás a
volar...pero no volarán tu vuelo.
Enseñarás a
soñar...pero no soñarán tus sueños.
Enseñarás a
vivir...pero no vivirán tu vida.
Enseñarás a
cantar...pero no cantarán tu canción.
Enseñarás a
pensar...pero no pensarán como tú.
Pero sabrás que
cada vez que ellos vuelen, sueñen, vivan, canten y piensen...
¡Estará en ellos
la semilla del camino enseñado y aprendido!
Madre Teresa de
Calcuta
En este artículo
se presenta información extraída de Catholic.net, Autor:
Xavier Villalta A.
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