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8/12/21

VIRGENES Y SANTAS

 

 El 8 de diciembre se celebra el día de la Inmaculada Concepción de María, nueve meses antes de la celebración de la Natividad de la Virgen, el 8 de septiembre.


Se trata de
un dogma de la Iglesia católica decretado en 1854 que sostiene que la Virgen María estuvo libre del pecado original desde el primer momento de su concepción por los méritos de su hijo Jesucristo, recogiendo de esta manera el sentir de dos mil años de tradición cristiana al respecto.

 

No debe confundirse este dogma con la doctrina del nacimiento virginal de Jesús, que sostiene que Jesús fue concebido sin intervención de varón mientras que María permaneció virgen antes, durante y después del parto.

 

Al desarrollar la doctrina de la Inmaculada Concepción, la Iglesia católica contempla la posición especial de María por ser madre de Cristo, y sostiene que Dios preservó a María desde el momento de su concepción de toda mancha o efecto del pecado original, que había de transmitirse a todos los hombres por ser descendientes de Adán y Eva, en atención a que iba a ser la madre de Jesús, quien también es Dios. La doctrina reafirma con la expresión «llena de gracia» (Gratia Plena) contenida en el saludo del arcángel Gabriel (Lc. 1,28), y recogida en la oración del Ave María, este aspecto de ser libre de pecado por la gracia de Dios.

Traemos aquí una pequeña selección de mujeres, que como madres, que sembraron semillas de santidad en sus hijos.

 



Sin duda, una de las más grandes vocaciones ("sublime vocación" la llamaría San Juan XXIII), es la de ser madre. Y es que son muchas cosas las que la hacen ser única y particular: llevar al hijo en el vientre, el parto y sus dolores, la cercanía con los hijos, las continuas manifestaciones de afecto, etcétera. Y la vocación maternal puede ser todavía más sublime, cuando la madre engendra y educa un hijo que después se convierte en un modelo de vida para la humanidad.

En esta ocasión presentamos una pequeña lista de grupo de mujeres, que, con su ejemplo y vocación, sembraron la fe en Cristo en el corazón de sus hijos.  (Con la clara excepción, en este punto, de la Santísima Virgen María).

 

Santa Ana, madre de la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, cuyo nombre se conserva gracias a la tradición de los cristianos

 

 


 

 

 La Virgen María, los Padres del Concilio de Efeso la aclamaron como Theotokos (Madre de Dios), porque en ella la Palabra se hizo carne, y acampó entre los hombres el Hijo de Dios, príncipe de la paz, cuyo nombre está por encima de todo otro nombre.

El 13 de mayo de 1917, en Portugal. En la localidad de Aljustrel, la contemplación de la que, en el orden de la gracia, es nuestra Madre clementísima, suscita en muchos fieles, no obstante, las adversidades, la oración por los pecadores y la profunda conversión de los corazones.

 


 

Santa Nona de Nacianzo, esposa de san Gregorio el Viejo y madre de los santos Gregorio el Teólogo, Cesáreo y Gorgona († 374).

 


 

 

 

Santa Mónica, muy joven todavía, fue dada en matrimonio a Patricio, del que tuvo hijos, entre los cuales se cuenta a Agustín, por cuya conversión derramó abundantes lágrimas y oró mucho a Dios. Al tiempo de partir para África, ardiendo en deseos de la vida celestial, murió en la ciudad de Ostia del Tíber († 387).

 


 

 

Santa Matilde, esposa fidelísima del rey Enrique I, la cual, conspicua por la humildad y la paciencia, se dedicó a aliviar a los pobres y a fundar hospitales y monasterios. († 968)

 

 


 

 

Santa Isabel de Hungría, siendo casi niña se casó con Luis, landgrave de Turingia, a quien dio tres hijos, y al quedar viuda, después de sufrir muchas calamidades y siempre inclinada a la meditación de las cosas celestiales, se retiró a Marburgo, en la actual Alemania, en un hospital que ella misma había fundado, donde, abrazándose a la pobreza, se dedicó al cuidado de los enfermos y de los pobres hasta el último suspiro de su vida, que fue a los veinticinco años de edad († 1231).








Santa Ángela de Foligno, después de la muerte de su esposo y de sus hijos, siguió las huellas de san Francisco, entregándose totalmente a Dios, y escribió un libro, en donde cuenta las experiencias de su vida mística († 1309).

 

 


 

 

Beata Margarita Pole, madre de familia y mártir, que, siendo condesa de Salisbury y madre del cardenal Reginaldo, fue decapitada en la cárcel de la Torre de Londres en tiempo del rey Enrique VIII por haber desaprobado su divorcio, encontrando así reposo en la paz de Cristo († 1541)

 

 


 

Beata María de la Encarnación Avrillot, ejemplar madre de familia y mujer sumamente devota, que introdujo el Carmelo en Francia, fundó cinco monasterios y, muerto su esposo, abrazó la vida religiosa. († 1618)

 

 

 


 

Santa Luisa de Marillac, viuda, que con el ejemplo formó el Instituto de Hermanas de la Caridad para ayuda de los necesitados, completando así la obra delineada por san Vicente de Paúl († 1660).

 

 


 

 

María de la Encarnación Guyart, siendo madre de familia, después de la muerte de su esposo confió a su hijo, aún pequeño, a los cuidados de su hermana e, ingresando en las Ursulinas, estableció la primera casa de este Instituto en Canadá, distinguiéndose por su actividad († 1672).

 

 


 

Beata Ana María Taigi, madre de familia, que, víctima de la violencia de su marido, cuidó de él y de sus siete hijos, educándolos convenientemente, y se distinguió, además, por su atención a las necesidades espirituales y materiales de los pobres y de los enfermos († 1837).

 

 


 

Santa Joaquina de Vedruna, madre de familia, educó piadosamente a sus nueve hijos y, una vez viuda, fundó el Instituto de las Carmelitas de la Caridad, soportando con tranquilidad de ánimo toda clase de sufrimientos hasta su muerte, que ocurrió por contagio del cólera († 1854).

 

 


 

Santa Celia Guérin, esposa de Luis Martin y madre de santa Teresa del Niño Jesús, que con su marido son ejemplo de matrimonio cristiano († 1877).

 

 

 


 

Santa Gianna Beretta Molla, madre de familia, que, esperando un hijo, no dudó en anteponer con amor la vida de la criatura a la suya propia († 1962).

 

 

 


 

Beata María Corsini (Beltrame Quattrocchi), que, siendo madre de familia, ilustró de modo conspicuo a la familia de Cristo y a la sociedad, viviendo ejemplarmente su vida matrimonial y mostrando su comunión de fe y amor hacia el prójimo († 1965).

 

 

 


 

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Enseñarás a volar...pero no volarán tu vuelo.

Enseñarás a soñar...pero no soñarán tus sueños.

Enseñarás a vivir...pero no vivirán tu vida.

Enseñarás a cantar...pero no cantarán tu canción.

Enseñarás a pensar...pero no pensarán como tú.

Pero sabrás que cada vez que ellos vuelen, sueñen, vivan, canten y piensen...

¡Estará en ellos la semilla del camino enseñado y aprendido!

Madre Teresa de Calcuta

 

En este artículo se presenta información extraída de Catholic.net, Autor: Xavier Villalta A.

 

 


 

30/11/21

Mantenimiento de una casa psíquicamente despejada y segura

 

 El último procedimiento para crear unos límites sanos y una protección psíquica es para la casa. También se puede usar para despejar cualquier otro lugar en el que estés temporalmente, como un hotel o la casa de alguien donde te encuentres de visita. Aunque no lo había comentado aún, una función importante de los límites sanos es nuestro alejamiento de los planos astrales inferiores. Éstos com­prenden la sub-tercera, cuarta y quinta dimensiones donde viven los seres y entes oscuros, así como las formas de pensamiento negativas creadas por los seres humanos. Es el lugar donde se generan y a menudo se sufren las pe­sadillas.

Cuando te duermes por la noche abandonas el cuerpo físico a través de la vía llamada «cuerpo astral». El cuerpo astral viaja literalmente a través del espacio-tiempo y más lejos incluso, ya sea a los planos astrales inferiores o a los planos superiores de Luz. Lo segundo es mucho más reco­mendable. Al someterte a distintas experiencias durante el viaje astral, a veces se convierten en sueños tuyos. Estos sueños te ayudan a ser más consciente y a curar el subcons­ciente. A veces, emociones y traumas pasados se liberan por medio del cuerpo astral. Otras veces puede que vayas a dimensiones superiores y recibas cierta formación espi­ritual o sanación. Puede que repases vidas pasadas a fin de asimilarlas y así crecer. Éstas son sólo algunas de las posibilidades.

Tener unos límites sanos mientras duermes es esencial para tener unos límites sanos durante la vigilia. Si tu cuerpo astral está dañado en los planos astrales inferiores, las zonas homólogas de tus cuerpos físico y etérico quedarán psíquicamente vulnerables a cualquier ataque o invasión de frecuencias de energía inferiores. El cuerpo astral en estado de vigilia crea una protección muy efectiva para todo tu campo energético. Cuando se daña, la función protectora está en peligro. Debido a la ley de magnetismo psíquico -«Las frecuencias iguales se atraen»-, si durante el sueño el cuerpo astral ha asimilado dolor, daño o miedo, magnetizarás los mismos tipos de frecuencias inferiores hacia el aura, chakras o el mismo cuerpo cuando estés despierto. Serás mucho más vulnerable al ataque psíquico o a la invasión de los entes que vibran al mismo ritmo y viven del miedo y del dolor. Su objetivo principal es mantenerte en estado de miedo, dolor y confusión para seguir teniendo su «caldo de cultivo». Recuerda, nada puede entrar en tu campo de energía si algo en ti no lo magnetiza.

De la misma manera, si vas a planos superiores durante el sueño y experimentas una sanación, un aprendizaje, amor o un despertar espiritual, esas frecuencias se transferirán al espacio que ocupa el cuerpo físico cuando vuelva el cuerpo astral y despiertes. ¿Recuerdas haber tenido sue­ños de volar y despertarte sintiéndote lleno de luz y felicidad? Quizá recuerdes haber pasado por situaciones de aprendizaje espiritual durante el sueño y despertarte recordándolas y aplicando en la vida lo aprendido. Estas últimas experiencias representan la intención del tiempo de sueño; otra intención es la de despejar el subconsciente.

Para que tanto la sanación como el aprendizaje puedan darse, es vital que tu casa y tu aura se encuentren des­pejadas de toda influencia astral. Puedes conseguirlo usando variaciones de lo que ya conoces para mantener los límites personales despejados. Además, existe una invocación que ancla las energías de dimensiones supe­riores en tu casa, en el trabajo o en cualquier otro lugar. Para simplificar el proceso las instrucciones se refieren únicamente a la casa como el lugar a despejar. Puedes adaptar el proceso a tu situación en cada caso o necesidad.

 

Sigue estas instrucciones para despejar tu casa:


1. Coloca un cordón de luz de conexión a la tierra que abarque el suelo de tu casa o tu piso. Haz que se prolongue hasta el centro de la Tierra.

2. Visualiza un sol dorado de unos setenta cm de diámetro en el centro de tu casa.

3. Expande gradualmente el sol dorado hasta que llene y rodee el espacio que ocupa tu casa.

4. Rodea el sol dorado de un muro de luz violeta de 130 a 260 cm de espesor.

5. Afirma: «Esta bola de luz violeta permanecerá intacta hasta que yo vuelva a repetir el procedimiento. Que así sea».

6. Pronuncia seguidamente esta invocación: «En el nombre de Yo Soy El Que Soy, ordeno que esta casa y sus cimientos se llenen de luz dorada de la Ciudad de Luz donde moran los Maestros Ascendidos. Sólo aquello de naturaleza divina podrá entrar. Todo aquello ilusorio e inferior a lo divino debe partir. Así quedará. Que así sea».

Utilizar la frase «Yo Soy El Que Soy» equivale a decir «la Presencia Divina de Dios/ Diosa» en oposición al ego «yo». Cuando utilizas esta frase o afirmación, vas a dar una orden en nombre de la conciencia misma de Dios/ Diosa. Es una afirmación muy poderosa llamarse a uno mismo «Yo Soy» y deberías hacerlo con cuidado y sólo de forma positiva y creativa. Cada vez que dices «yo soy...» y luego terminas la frase de manera definitiva, aunque sea casualmente, estás identificando tu esencia con lo que dices. Por ejemplo, puedes decir, «soy ren­coroso» o «soy cariñoso» y la afirmación define lite­ralmente tu esencia como una cualidad.

La segunda parte de la invocación afirma: «...luz dorada de la Ciudad de la Luz donde moran los Maestros Ascen­didos...» Se refiere a la dimensión superior, «lugar donde moran» los seres que un día estuvieron encarnados en la Tierra, fueron iluminados y murieron o ascendieron. Estos Maestros Ascendidos -o Gran Hermandad Blanca, como también son llamados- permanecen en la Ciudad de Luz para ayudar a otros seres vivos en su viaje espiritual hacia la iluminación y la ascensión. Te guían y te enseñan durante el sueño y el estado de vigilia cuando estás preparado, deseoso y disponible. Invocar a la luz donde moran es llenar tu casa con la energía equivalente a la de un templo sagrado lleno de una luz de frecuencia tan alta que sólo energías divinas y seres de intención divina pueden so­portarlo.

Utilizando este procedimiento podrás despejar tu casa de energías negativas y astrales en muy poco tiempo y empezar gradualmente a sentir una mayor paz y sensación de bienestar en tu nuevo templo. Eso te ayudará a tener un sueño más positivo.

Seguramente querrás repetir este proceso un par de veces por semana. A medida que tu casa está más despejada repite el procedimiento para despejarla cuando sientas la necesidad. Yo lo realizo una vez por semana como rutina porque me sienta bien.

Por la noche, antes de acostarte, sigue estos pasos: 

1. Rodea tu aura de una burbuja violeta.

2. Pide a tu ángel de la guarda que vigile y mantenga tu cuerpo seguro toda la noche mientras duermes.

3. Repite esta declaración: «En el nombre del Yo Soy El Que Soy ordeno que mientras mi cuerpo duerme, yo solamente viaje a los planos superiores de Luz Divina. Que así sea».

Realizando este procedimiento a la hora de ir a la cama puedes dormir mejor. Es especialmente importante si tienes la tendencia a experimentar miedo o inquietud.


12/11/21

Sanación y despejamiento duraderos del aura

 

Sanación y despejamiento duraderos del aura

 

El aura es el campo de energía que se irradia alrededor del cuerpo. Está creado por la producción de energía de los chakras; cada uno de ellos contribuye a la sanación y el mantenimiento del campo áurico. Cuando los chakras están mínimamente abiertos y/o dañados, el aura puede mostrarse gris y débil. Por otro lado, si gozas de buena salud y estás razonablemente abierto a tus emociones, tendrás unos cha­kras más activos y abiertos y un aura más fuerte, vibrante y resistente.

Si tienes el aura contraída, se extenderá a sólo una distancia de 35 cm de tu cuerpo. Si tienes un aura de­masiado extendida, puede expandirse en un radio de unos 17 hasta 600 metros. Ninguno de estos tipos de aura es el ideal. Un aura contraída tiende a hacer sentir tensa a la persona, con miedo, separada. Este tipo de sentimientos también pueden ser la causa de este tipo de aura. Un aura extendida en exceso puede desembocar en escapismo, dispersión y tendencia a absorber aquellos pensamientos, emociones y dolor ajenos que se encuentren en el área que cubre. Un aura demasiado extendida puede ser también el resultado de los mismos sentimientos y situaciones que tiende a causar. En otras palabras, la causa de un aura poco sana tiende a regenerar las mismas condiciones que la han causado.

El objetivo es conseguir un aura ovoide y distribuida uniformemente encima, debajo, detrás, delante y a los lados del cuerpo. Con la práctica he llegado a la conclusión de que el radio de aura más manejable mide de 60 a 90 cm en cada dirección, sobre todo en público. Cuando estoy en un entorno natural, permito concientemente que mi aura se expanda incluyendo bosques, lagos y arroyos a mi alrededor. Así se intensifica mi sentimiento de conexión con Dios/Diosa/Todo lo que Es a través de la Creación. Me siento en comunión con las plantas, el agua y los es­píritus de la naturaleza, me calma y sana mi sistema nervioso. Sin embargo, cuando paso directamente de la naturaleza a la ciudad o a otras zonas pobladas, siempre vuelvo a retraer el aura a unos 60 o 90 cm a mi alrededor. Cuando se me olvida, no tardo en darme cuenta. Percibo gratuitamente la vida de otras personas, a veces incluso su dolor. Así que no suelo tardar en acordarme.

En mi propia casa, si no estoy con amigos o clientes, dejo que mi campo áurico se expanda hasta donde sea có­modo. También mantengo la casa muy despejada psíquica­mente para sentirme bien en ella.

 

A continuación sigue el proceso para despejar y sanar el aura:

 


1. Conéctate a la tierra según la técnica anterior.

2. Con los ojos cerrados siente el área alrededor del cuerpo. Para empezar, haz que la respiración llegue hasta unos 35 cm de tu campo áurico utilizando tu intención. Al respirar dentro del área siente si tu aura está contraída y espesa, débil y disipada o vibrante y blanda.

3. Mediante la respiración y la visualización (escu­chando un mensaje, utilizando la intuición) observa hasta dónde se extiende el aura en dirección frontal.

4. Observa el ancho de tu aura a ambos lados.

5. Ahora mira y siente el aura sobre la cabeza y bajo los pies. Compara las dos áreas.

6. Utiliza la respiración, los sentimientos, la visión y cualquier otra forma que te sea natural para identificar el espacio que abarca el aura por detrás. ¿Cómo está en relación con la parte frontal?

7. Ahora que ya conoces algo más sobre la naturaleza del aura ajústala para que rellene exactamente un radio de unos 60 a 90 cm en forma de huevo. Utiliza la respiración, la visión y una intención despejada. Al principio pueden resultarte útiles las manos para abarcar físicamente el espacio alrededor del cuerpo y tirar o empujar el aura cuanto desees. Para la mayoría, ajustar el aura significa retraerla y definir los contornos. Los demás necesitarán empujarla para que llene el espacio. Si eres principiante, puede que te resulte un problema pasar el aura por debajo de los pies. En ese caso, la práctica y la persistencia son los mejores antídotos.

8. Observa cualquier cambio de sentimientos, sensa­ciones físicas y conciencia que traiga el ajuste del campo energético a tu alrededor.

9. Ahora visualiza una lluvia de luz líquida de oro que cae y atraviesa el aura. Deja que la primera vez caiga de 2 a 5 minutos por lo menos. Nota lo maravilloso que es. (Ver ilustración de la página siguiente.)

10. Después visualiza un fuego gigante color violeta del tamaño del aura. Extiéndelo por toda el aura, también bajo los pies. No destruirá nada, la llama violeta simple mente transmuta las energías de baja frecuencia en energías de mayor frecuencia, lo que constituye una forma más natural de ser. Mantente dentro del fuego sólo de 1 a 2 minutos si es tu primera experiencia con el fuego violeta. Esta técnica te hará sentir más calor y energía. Si utilizas demasiado el fuego violeta, puedes sentirte abrumado por la combustión de antiguas energías etéricas. Así que al principio, tómatelo con moderación; experimentando hasta encontrar tu nivel.

11. Cuando hayas concluido, elimina el fuego violeta y abre los ojos.  

 


 

La mayoría de los que meditan dicen sentirse más ligeros, más frescos, psíquicamente más limpios y más brillantes al visualizar la lluvia por primera vez. Es una manera simple pero efectiva de despejar cualquier energía o desecho extraño que hayas recogido. También es buena para deshacerse de energías liberadas de tu cuerpo durante una meditación o sanación.

La primera vez que utilicé estas técnicas, usé la res­piración, las sensaciones, la visión y la intención para ha­cerlo real y tan efectivo como fuera posible. Puedes expe­rimentar para descubrir qué métodos te son más afines.

A continuación hablaré de la protección del aura. Sin embargo, antes de seguir quiero dejar claro que estas téc­nicas no están de ninguna manera enfocadas en crear un sentimiento de rechazo o temor hacia las personas o el mundo. Desde luego, no intentan disuadirte de intimar con otras personas. Sólo pretenden ayudarte a elegir lo que dejes entrar en tu campo áurico y lo que no. Si tu problema es que absorbes indiscriminadamente la energía que flota alrededor te puedes pasar la vida literalmente abrumado, emocionalmente desequilibrado, confundido, con sensación de inutilidad. Lo sé porque he sido una de las peores esponjas psíquicas que he conocido. Si estaba cerca de una persona con dolor de espalda, puedes estar seguro de que también me pasaba a mí. Cuando realizaba una sanación por imposición de manos o simplemente abrazaba a un amigo, el otro se sentía mejor y yo solía sentirme peor. Lo puedes llamar «el síndrome de vertedero humano». Aprender a establecer los límites cambió lite­ralmente mi vida.

En recompensa por haber aprendido a establecer mis límites, ahora disfruto intimando y compartiendo mi vida con amigos y seres queridos. Ahora puedo entrar en un restaurante sin miedo a ponerme enferma o paranoica. De hecho, ya ni siquiera pienso en ello porque para mí se ha convertido por fin en natural repeler las energías vibratorias bajas y aceptar las divinas. Llegar a este punto me llevó unos cuantos años de mucha meditación, colaboración con el Yo Superior y dedicación a mi plenitud espiritual. Todavía se me presentan a veces ciertos intercambios kármicos con personas cercanas, pero ya no pierdo ni mi tiempo ni mi energía procesando problemas no asumidos o el dolor de Fulanito y Menganito.

Las siguientes técnicas intentan hacer que sepas cuáles son los límites saludables aprendiendo a elegir lo que permites entrar en tu cuerpo y campo áurico. Una de las mejores maneras que yo he encontrado es extender el aura aproximadamente un metro en todas direcciones. Luego rodea el aura de luz de diferentes colores según las nece­sidades de protección de ese momento.

Después de atraer el aura y bañarla con una lluvia de oro, rodea toda su superficie de una capa de 3 a 6 cm de luz solar dorada. Esto hace que sane y se refuerce continuamente, puesto que el oro penetra en los orificios del aura y ella misma tiende así por naturaleza a sanarse.

El siguiente paso depende de lo que sientas. Si te sien­tes vulnerable o más inseguro de lo normal, puedes añadir una capa azul añil a la parte externa de la luz dorada. El sobrenombre del tono concreto que buscas es «azul certeza» o azul auténtico. Este color irradia una sensación de con­fianza y seguridad, lo que tiende por naturaleza a repeler «rateros psíquicos». Con él también te sentirás más seguro de ti mismo para estar alerta y mirar el mundo a través de este color para el borde del aura.

Cuando no estés en casa o tengas visitas -sobre todo si recibes clientes- es bueno mantener una capa de luz violeta en la parte más externa del aura. Existen varias razones para ello; primero, como ya he dicho, la luz violeta transmuta las energías a sus frecuencias naturales supe­riores. Si estás trabajando con un cliente que de pronto libera una gran cantidad de ira reprimida, la luz violeta transmutará esa ira e impedirá que entre y dañe de alguna forma tu campo áurico. Segundo, la luz violeta repele los parásitos astrales. Éstos son entes etéricos que se alimentan de dolor y emociones reprimidas. Hasta que despejes tu campo de energía de cualquier caldo de cultivo y ali­mentación de estos parásitos, es sensato dejarlos fuera. Una vez despejes hasta cierto punto los cuerpos de energía sutil y tu alma, chakras y Yo Superior empiecen a irradiar luz, repelerán naturalmente a estos entes y energías de baja frecuencia. Hasta entonces, estas herramientas de tratamiento de límites te serán de mucha ayuda. ¿Por qué perder tiempo de meditación y de vida en general proce­sando y despejando lo que ni siquiera nos pertenece? El uso de herramientas de tratamiento de límites es un ejemplo práctico de gracia.

Se recomienda incluir siempre la conexión a la tierra en la meditación de la mañana, crear la esfera áurica y visualizar sus límites teñidos con colores como los que acabamos de ver. Si no tienes tiempo o no sientes la necesidad de pasar por las fases de lluvia o fuego violeta, puedes saltártelas. Los tres pasos restantes son lo esencial en cuanto a límites y, una vez acostumbrado a ellos, te ocuparán muy poco tiempo.

 

Conexión a la tierra

 

EJERCICIOS PLEYADIANOS PREVIOS

 

PARTE: LÍMITES SALUDABLES

 

Este capítulo, como su nombre indica, te preparará para los Ejercicios Pleyadianos de Luz de los que trata el resto del libro. Al actuar los Ejercicios Pleyadianos de Luz en los cuerpos de energía sutil, despejando emociones y bloqueos antiguos de energía, así como energías de otras personas que hayas podido absorber, es esencial que pri­mero conozcas ciertas herramientas psíquicas básicas de cuidado personal. No esperes por lo tanto pasar rápidamente esta sección del manual. Te será de ayuda leer los procesos antes de realizarlos. A veces necesitarás trabajar un proceso unos días, antes de pasar al siguiente. En particular, después de despejamientos intensos necesitarás un tiempo de asi­milación.

La información de este capítulo puede resultar familiar a algunos. En este caso hojéalo hasta encontrar algo nuevo o diferente de lo aprendido hasta ahora. Compara los procesos con los anteriores para encontrar cuál es mejor para ti. Es importante que seas capaz de usar las técnicas, o equivalentes, rápida y eficazmente cuando llegues al próximo capítulo.

 

Conexión a la tierra

 

Aunque conexión a la tierra es un término usado con frecuencia en grupos espirituales y de sanación, significa cosas distintas para mucha gente. Para algunos puede sig­nificar ser conscientes de sentir los pies en la tierra, o puedes relacionarlo con lo que sientes al estar en la naturaleza. En esencia, estar conectado a la tierra significa estar en el cuerpo, consciente de lo que te rodea y presente y disponible para lo que ocurra. La técnica utilizada en este capítulo para conectarse a la tierra consiste en la vi­sualización que consigue acercar más al cuerpo la presencia espiritual y la conciencia. Muchas de las personas ini­ciadas en la espiritualidad que meditan a menudo, así como otros que todavía no han fortalecido su conciencia, no han aprendido a conectarse a la tierra, tendiendo así a vagar por el éter encima del cuerpo. Si eres uno de ellos, puedes acabar muy propenso a absorber energía extraña -energía de otras personas u otros entes-. En el mejor de los casos, aun no siendo una esponja psíquica, no pue­des expulsar bien del cuerpo las emociones o el karma si no estás en tu cuerpo.

El enfoque espiritual pleyadiano incluye la iluminación y/o ascensión del cuerpo entero y a nivel celular. El ob­jetivo no es abandonar el cuerpo y trascender el plano físico; la meta es trascender la creencia en y el miedo a las limitaciones de lo físico. Se consigue descendiendo espi­ritualmente a la materia con el objetivo de despejarte de energías de baja frecuencia tales como emociones repri­midas, sistemas de creencias, juicios, control y otras ener­gías contraídas que son fuente de limitación en la tercera dimensión. Cuando lo consigues, permites que el Yo Su­perior se mezcle contigo como fue el caso del Cristo, Quan Yin y Buda. Esto se traduce no en un escape sino en una iluminación o ascensión de todos los chakras a nivel celular.

Esta meta espiritual requiere que te encuentres en tu cuerpo y por eso existe la necesidad de conectarse a la tierra. La técnica usada para conectarse a la tierra es la si­guiente:


 




1. Siéntate en una silla cómoda con la espalda rela­tivamente derecha, los pies en el suelo sin cruzar ni pies ni manos y los ojos cerrados.

2. Mediante la respiración atrae la mayor intensidad posible de tu presencia consciente hacia el centro de la cabeza. Deja marchar los pensamientos perdidos que in­hiben este proceso hasta que te sientas centrado.

3. Ahora, realiza un par de respiraciones profundas. Fíjate hasta qué punto se expande el cuerpo al respirar, ¿qué zonas no se expanden?

4. Expande conscientemente más partes de tu cuerpo con la respiración hasta que inhales profundamente sin tensión ni incomodidad. Hazlo de dos a cuatro veces hasta que te sientas más vivo y presente en tu cuerpo.

5. Siente los pies en el suelo. Utiliza la respiración hasta que los pies parezcan vivos.

6. Sólo hombres: fija tu conciencia en el primer chakra, a la altura de la rabadilla. Visualiza un tubo o cordón es­piral de luz de unos 10 a 15 cm de diámetro acoplado al primer chakra. (Ver ilustración la en la página 116)

Sólo mujeres: fija tu conciencia en el segundo chakra, a medio camino entre el ombligo y la base de la espina dorsal. Visualiza un tubo o cordón espiral de luz de unos 10 a 15 cm de diámetro acoplado al segundo chakra. (Ver ilustración 1b en la página 117.)

Hombres y mujeres: sigue con la vista este cordón de conexión e imagínalo prolongarse hacia el interior de la Tierra mientras la conciencia permanece en el centro de la cabeza. Mira cómo el cordón atraviesa las capas terrestres hasta que llega al centro del planeta donde se sitúa el núcleo magnético o centro de gravedad. Puede que veas o sientas que se ancla el cordón de conexión sin poder ver más allá.

7. Tómate de medio a un minuto para respirar suave­mente, sintiendo los cambios en el cuerpo y la conciencia. En algunas ocasiones, clientes o alumnos han experimentado dolores o palpitaciones cuando se conectan por pri­mera vez. Algunos hasta han experimentado emociones ocultas que salen a la superficie. Si te ocurre esto, ten en cuenta que ese dolor, ya sea físico o emocional, es en parte la razón por la que no estabas conectado a la tierra, ya que el ser humano tiende por naturaleza a evitar sensaciones desagradables. Sin embargo, como ser cons­ciente de un problema es el primer paso para sanarlo, explora tus sentimientos con libertad y curiosidad mediante la respiración en lugar de contraerte o huir de ellos. Libérate de los juicios y el miedo a sentir e intenta asumir una acti­tud gozosa ante tu propia toma de conciencia de la nece­sidad de atención de esa área del cuerpo o esas emociones.

Dirige la respiración hacia la zona molesta. Lo normal es que sientas un alivio rápido. Si no es así, podría ser indicio de un problema crónico para el que necesitarás ayuda a no ser que sepas tratar ese tipo de situaciones. A lo largo del capítulo se proporcionarán más técnicas de despejamiento.

Si no experimentas molestias, puede que tengas cierta sensación de estar más presente y ser más real. Puede que te sientas relajado y el cuerpo un poco pesado al rato de tener enfocado el cordón de conexión.

8. Cuando te acostumbres al cordón de conexión, visua­liza un cambio de color en el cordón. Contempla el espectro completo de colores y varía los tonos y texturas de cada color. Que sea divertido. Mantén lo suficiente cada color notando el efecto sobre ti mismo en cada cambio. Explora todos los colores que se te ocurran además de los que se presentan aquí.

Empieza con los azules; cambia el color del cordón a azul pálido, luego a azul intenso, a azul marino, a azul verdoso y, finalmente, a azul cobalto.

Añade un poco de verde al azul y visualiza el cordón de un turquesa intenso, luego aguamarina pálido. Experimenta con los verdes: un verde pastel, un verde esmeralda, un verde selva, un verde oliva, un verde hierba, un verde amarillento pálido.

Después, visualiza los amarillos: amarillo pastel, ama­rillo brillante, amarillo dorado y amarillo mostaza. Ahora contempla tonos de naranja: naranja amarillento pálido, melocotón, naranja brillante como la fruta, salmón, óxido y naranja rojizo.

 

Visualiza los rojos: rosa pálido, rojo clavel, fucsia, rojo vivo, rojo sangre, granate y rojo violeta.

Ahora los violetas: azul lavanda, azul real, azul uva y azul violeta.

Luego intenta los blancos: blanco puro, blanco con destellos de luz, nacarado o perla, y crema.

A continuación, visualiza los tonos marrones: tostado, camello, chocolate, caramelo, marrón grisáceo como la corteza de un árbol.

Deja los colores metálicos para el final: plateado me­tálico, dorado metálico, cobre, platino y finalmente mezcla de plata y oro.

Encontrarás que algunos colores tranquilizan y calman y otros te hacen sentir más fuerte y más seguro de ti. Algunos colores te ayudarán a sentirte más en tu cuerpo mientras otros son desagradables y no favorecen la co­nexión. Encuentra los que te gusten y haz una lista comentando lo que te hacen sentir o, si tienes buena memoria, toma nota mentalmente.

9. Cuando termines de recorrer los colores, decide cuál quieres ahora. Elimina el primer cordón tirando de él hacia abajo y dejándolo caer hacia tierra. Ahora proporciónate un nuevo cordón del color elegido y envíalo al centro de la Tierra.

10. Abre los ojos.

 A partir de este instante, si te despiertas cansado y gruñón, puedes usar el color del cordón que te haga sentir más ligero y activo. Si te encuentras pasando una época de dudas y falta de confianza puedes utilizar el color del cordón que te proporcione más cualidades positivas.

La conexión a la tierra no va a solucionar todos tus problemas ni va a hacer que desaparezcan los estados emocionales desagradables pero te puede ayudar a pasarlos más rápida y fácilmente. Saber qué color es mejor y para qué situación, te ayudará a mantenerte conectado y serás capaz de superar los momentos en que querrías abandonar.

Durante una semana aproximadamente empieza cada mañana desprendiéndote del cordón anterior y tomando uno nuevo. El color puede ser igual o distinto al anterior, de acuerdo con tus necesidades. Repite el proceso tantas veces como te acuerdes. Aunque al principio sean cincuenta veces al día, aunque estés paseando por la calle, o en el trabajo, crea un nuevo cordón. Cuanta más energía de pensamiento pongas en crear algo, en algo más real y duradero se convertirá. Lo harás con tal facilidad que podrás realizarlo con los ojos abiertos trabajando, paseando o estando dentro del coche.

Al cabo de aproximadamente una semana serás capaz de conectarte a la tierra por la mañana y lograr que te dure más. Con hacerlo una vez al día puede ser suficiente. Estarás tan familiarizado entonces con la diferencia entre estar conectado o no conectado, que sabrás cuándo nece­sitas reemplazar el cordón.

Mi experiencia personal y en la enseñanza a muchos alumnos no me ha hecho creer que el concentrarse durante una semana en conectarse a la tierra sea opcional -aunque algunos tengan tendencia a saltárselo. Aquellos que rea­lizan esta semana de forma consistente se sienten más co­nectados a la tierra, más presentes y disponibles para la vida y la sanación que aquellos que se han mostrado me­nos diligentes. Aquellos que se salten este paso pueden encontrarse con que el proceso de sanación dure más, que sus desarreglos emocionales se extiendan más en el tiempo y que su percepción sensorial plena les sea menos útil y accesible. Por ello insisto en que sigáis el proceso hasta que os resulte automático.

Después de realizar la meditación conectiva, como se detalla en los pasos del 1 al 9, no es necesario repetir toda la secuencia de colores a no ser que exista una razón personal para ello. Esa parte del proceso sólo tiene por objeto la identificación de los mejores colores para la conexión. Mi anécdota favorita sobre la conexión a la tierra ocurrió en una clase de meditación para niños que impartí hace unos años. Después de realizar la meditación de co­nexión que necesariamente tuve que abreviar, pedí a cada niño que expresara al grupo lo que sentía al estar conectado. La primera respuesta fue la de un niño de tres años y medio que dijo: «Es como mi mamá».

Otro niño de la misma edad respondió: «Se siente como en una tienda de salud, como algo bueno». Hizo una pausa, se movió un poco y añadió: «No sé si me gusta o no».

El resto de los niños dieron su versión de la conexión hasta llegar a la última, una niña de siete años que no quería hablar. Bajaba la cabeza hasta donde podía y parecía que iba a llorar. Yo sabía que sus padres se estaban se­parando y preparando el divorcio. También sabía que lo estaba pasando mal.

Dejé de mirar hacia ella y empecé a explicar al grupo cómo a veces cuando te conectas a la tierra te das cuenta de que hay sentimientos en ti de los que antes no eras consciente. Seguí diciendo: «A veces son sentimientos de ternura y de cariño, como los que ha descrito Elizabeth. Pero otras te hacen daño, como cuando sientes tristeza o rabia. El truco no consiste en hacer que desaparezcan, sino en seguir con ellos. Respirad muy profundamente e intentad sentirlos más intensamente. Entonces ocurre algo verdaderamente mágico. Después de unos minutos sin­tiéndolo, habrá desaparecido el dolor y ni siquiera sabréis cuándo se fueron. Os sentiréis bien de nuevo. Pero si no seguís con ellos y los sentís hasta que se vayan, se quedarán en el cuerpo esperándoos. De modo que es mejor sentirlos ahora en lugar de temer que vuelvan».

La niña triste no dijo nada. Sin embargo, después de unos diez minutos, cuando estábamos en medio de otro proyecto, se incorporó y exclamó: «¡Se han ido!» Luego bajó la cabeza con timidez al darse cuenta de que había gritado. Le pregunté qué se había ido. Respondió: «Los sentimientos, como tú decías. Estaba muy triste, pero he hecho lo que nos decías». Sus ojos estaban llenos de sorpresa y hasta de una cierta reverencia -como si quizá la técnica, o el profesor tuviera magia.

Unos días después llamó la madre de la niña para decirme que su hija había llegado del colegio muy agitada. Cuando su madre le preguntó qué le pasaba, la niña con­testó: «Tengo sentimientos, así que me voy a mi cuarto a sentirlos». Veinte minutos después salió de su cuarto ves­tida para salir a jugar. Cuando le preguntó qué pasaba, le contó a su madre lo que había aprendido en clase: esa forma mágica de ordenar a los malos sentimientos que se fueran y no volvieran. La buena voluntad de esa niña inocente fue un gran ejemplo para todos.

No tienes que esperar al siguiente si no quieres. Existe una corriente natural y una relación complementaria entre la conexión a la tierra y el despejamiento del aura.

A partir de este instante, si te despiertas cansado y gruñón, puedes usar el color del cordón que te haga sentir más ligero y activo. Si te encuentras pasando una época de dudas y falta de confianza puedes utilizar el color del cordón que te proporcione más cualidades positivas.

La conexión a la tierra no va a solucionar todos tus problemas ni va a hacer que desaparezcan los estados emocionales desagradables pero te puede ayudar a pasarlos más rápida y fácilmente. Saber qué color es mejor y para qué situación, te ayudará a mantenerte conectado y serás capaz de superar los momentos en que querrías abandonar.

Durante una semana aproximadamente empieza cada mañana desprendiéndote del cordón anterior y tomando uno nuevo. El color puede ser igual o distinto al anterior, de acuerdo con tus necesidades. Repite el proceso tantas veces como te acuerdes. Aunque al principio sean cincuenta veces al día, aunque estés paseando por la calle, o en el trabajo, crea un nuevo cordón. Cuanta más energía de pensamiento pongas en crear algo, en algo más real y duradero se convertirá. Lo harás con tal facilidad que podrás realizarlo con los ojos abiertos trabajando, paseando o estando dentro del coche.

Al cabo de aproximadamente una semana serás capaz de conectarte a la tierra por la mañana y lograr que te dure más. Con hacerlo una vez al día puede ser suficiente. Estarás tan familiarizado entonces con la diferencia entre estar conectado o no conectado, que sabrás cuándo nece­sitas reemplazar el cordón.

Mi experiencia personal y en la enseñanza a muchos alumnos no me ha hecho creer que el concentrarse durante una semana en conectarse a la tierra sea opcional -aunque algunos tengan tendencia a saltárselo. Aquellos que rea­lizan esta semana de forma consistente se sienten más co­nectados a la tierra, más presentes y disponibles para la vida y la sanación que aquellos que se han mostrado me­nos diligentes. Aquellos que se salten este paso pueden encontrarse con que el proceso de sanación dure más, que sus desarreglos emocionales se extiendan más en el tiempo y que su percepción sensorial plena les sea menos útil y accesible. Por ello insisto en que sigáis el proceso hasta que os resulte automático.

Después de realizar la meditación conectiva, como se detalla en los pasos del 1 al 9, no es necesario repetir toda la secuencia de colores a no ser que exista una razón personal para ello. Esa parte del proceso sólo tiene por objeto la identificación de los mejores colores para la conexión. Mi anécdota favorita sobre la conexión a la tierra ocurrió en una clase de meditación para niños que impartí hace unos años. Después de realizar la meditación de co­nexión que necesariamente tuve que abreviar, pedí a cada niño que expresara al grupo lo que sentía al estar conectado. La primera respuesta fue la de un niño de tres años y medio que dijo: «Es como mi mamá».

Otro niño de la misma edad respondió: «Se siente como en una tienda de salud, como algo bueno». Hizo una pausa, se movió un poco y añadió: «No sé si me gusta o no».

El resto de los niños dieron su versión de la conexión hasta llegar a la última, una niña de siete años que no quería hablar. Bajaba la cabeza hasta donde podía y parecía que iba a llorar. Yo sabía que sus padres se estaban se­parando y preparando el divorcio. También sabía que lo estaba pasando mal.

Dejé de mirar hacia ella y empecé a explicar al grupo cómo a veces cuando te conectas a la tierra te das cuenta de que hay sentimientos en ti de los que antes no eras consciente. Seguí diciendo: «A veces son sentimientos de ternura y de cariño, como los que ha descrito Elizabeth. Pero otras te hacen daño, como cuando sientes tristeza o rabia. El truco no consiste en hacer que desaparezcan, sino en seguir con ellos. Respirad muy profundamente e intentad sentirlos más intensamente. Entonces ocurre algo verdaderamente mágico. Después de unos minutos sin­tiéndolo, habrá desaparecido el dolor y ni siquiera sabréis cuándo se fueron. Os sentiréis bien de nuevo. Pero si no seguís con ellos y los sentís hasta que se vayan, se quedarán en el cuerpo esperándoos. De modo que es mejor sentirlos ahora en lugar de temer que vuelvan».

La niña triste no dijo nada. Sin embargo, después de unos diez minutos, cuando estábamos en medio de otro proyecto, se incorporó y exclamó: «¡Se han ido!» Luego bajó la cabeza con timidez al darse cuenta de que había gritado. Le pregunté qué se había ido. Respondió: «Los sentimientos, como tú decías. Estaba muy triste, pero he hecho lo que nos decías». Sus ojos estaban llenos de sorpresa y hasta de una cierta reverencia -como si quizá la técnica, o el profesor tuviera magia.

Unos días después llamó la madre de la niña para decirme que su hija había llegado del colegio muy agitada. Cuando su madre le preguntó qué le pasaba, la niña con­testó: «Tengo sentimientos, así que me voy a mi cuarto a sentirlos». Veinte minutos después salió de su cuarto ves­tida para salir a jugar. Cuando le preguntó qué pasaba, le contó a su madre lo que había aprendido en clase: esa forma mágica de ordenar a los malos sentimientos que se fueran y no volvieran. La buena voluntad de esa niña inocente fue un gran ejemplo para todos.

No tienes que esperar al siguiente si no quieres. Existe una corriente natural y una relación complementaria entre la conexión a la tierra y el despejamiento del aura.





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