EJERCICIOS PLEYADIANOS PREVIOS
1º PARTE: LÍMITES SALUDABLES
Este capítulo, como su nombre indica, te preparará
para los Ejercicios Pleyadianos de Luz de los que trata el resto del libro. Al
actuar los Ejercicios Pleyadianos de Luz en los cuerpos de energía sutil,
despejando emociones y bloqueos antiguos de energía, así como energías de otras
personas que hayas podido absorber, es esencial que primero conozcas ciertas
herramientas psíquicas básicas de cuidado personal. No esperes por lo tanto
pasar rápidamente esta sección del manual. Te será de ayuda leer los procesos
antes de realizarlos. A veces necesitarás trabajar un proceso unos días, antes
de pasar al siguiente. En particular, después de despejamientos intensos
necesitarás un tiempo de asimilación.
La información de este capítulo puede resultar
familiar a algunos. En este caso hojéalo hasta encontrar algo nuevo o diferente
de lo aprendido hasta ahora. Compara los procesos con los anteriores para
encontrar cuál es mejor para ti. Es importante que seas capaz de usar las
técnicas, o equivalentes, rápida y eficazmente cuando llegues al próximo
capítulo.
Conexión a la tierra
Aunque conexión
a la tierra es un término usado con frecuencia en grupos
espirituales y de sanación, significa cosas distintas para mucha gente. Para
algunos puede significar ser conscientes de sentir los pies en la tierra, o
puedes relacionarlo con lo que sientes al estar en la naturaleza. En esencia,
estar conectado a la tierra significa estar en el cuerpo, consciente de lo que
te rodea y presente y disponible para lo que ocurra. La técnica utilizada en
este capítulo para conectarse a la tierra consiste en la visualización que
consigue acercar más al cuerpo la presencia espiritual y la conciencia. Muchas
de las personas iniciadas en la espiritualidad que meditan a menudo, así como
otros que todavía no han fortalecido su conciencia, no han aprendido a
conectarse a la tierra, tendiendo así a vagar por el éter encima del cuerpo. Si
eres uno de ellos, puedes acabar muy propenso a absorber energía extraña -energía
de otras personas u otros entes-. En el mejor de los casos, aun no siendo una
esponja psíquica, no puedes expulsar bien del cuerpo las emociones o el karma
si no estás en tu cuerpo.
El enfoque espiritual pleyadiano incluye la
iluminación y/o ascensión del cuerpo entero y a nivel celular. El objetivo no
es abandonar el cuerpo y trascender el plano físico; la meta es trascender la
creencia en y el miedo a las limitaciones de lo físico. Se consigue
descendiendo espiritualmente a la materia con el objetivo de despejarte de
energías de baja frecuencia tales como emociones reprimidas, sistemas de creencias,
juicios, control y otras energías contraídas que son fuente de limitación en
la tercera dimensión. Cuando lo consigues, permites que el Yo Superior se
mezcle contigo como fue el caso del Cristo, Quan Yin y Buda. Esto se traduce no
en un escape sino en una iluminación o ascensión de todos los chakras a nivel
celular.
Esta meta espiritual requiere que te encuentres en tu cuerpo y por eso
existe la necesidad de conectarse a la tierra. La técnica usada para conectarse
a la tierra es la siguiente:
1. Siéntate en una silla cómoda con la espalda relativamente
derecha, los pies en el suelo sin cruzar ni pies ni manos y los ojos cerrados.
2. Mediante la respiración atrae la mayor intensidad
posible de tu presencia consciente hacia el centro de la cabeza. Deja marchar
los pensamientos perdidos que inhiben este proceso hasta que te sientas
centrado.
3. Ahora, realiza un par de respiraciones profundas. Fíjate hasta qué
punto se expande el cuerpo al respirar, ¿qué zonas no se expanden?
4. Expande conscientemente más partes de tu cuerpo con la respiración
hasta que inhales profundamente sin tensión ni incomodidad. Hazlo de dos a
cuatro veces hasta que te sientas más vivo y presente en tu cuerpo.
5. Siente los pies en el suelo. Utiliza la
respiración hasta que los pies parezcan vivos.
6. Sólo hombres: fija tu conciencia en el primer chakra, a la altura de
la rabadilla. Visualiza un tubo o cordón espiral de luz de unos 10 a 15 cm de
diámetro acoplado al primer chakra. (Ver ilustración la en la página 116)
Sólo mujeres: fija tu conciencia en el segundo chakra, a medio camino
entre el ombligo y la base de la espina dorsal. Visualiza un tubo o cordón
espiral de luz de unos 10 a 15 cm de diámetro acoplado al segundo chakra. (Ver
ilustración 1b en la página 117.)
Hombres y mujeres: sigue con la vista este cordón de conexión e imagínalo prolongarse
hacia el interior de la Tierra mientras la conciencia permanece en el centro de
la cabeza. Mira cómo el cordón atraviesa las capas terrestres hasta que llega
al centro del planeta donde se sitúa el núcleo magnético o centro de gravedad.
Puede que veas o sientas que se ancla el cordón de conexión sin poder ver más
allá.
7. Tómate de medio a un minuto para respirar suavemente,
sintiendo los cambios en el cuerpo y la conciencia. En algunas ocasiones,
clientes o alumnos han experimentado dolores o palpitaciones cuando se conectan
por primera vez. Algunos hasta han experimentado emociones ocultas que salen a
la superficie. Si te ocurre esto, ten en cuenta que ese dolor, ya sea físico o
emocional, es en parte la razón por la que no estabas conectado a la tierra, ya
que el ser humano tiende por naturaleza a evitar sensaciones desagradables. Sin
embargo, como ser consciente de un problema es el primer paso para sanarlo,
explora tus sentimientos con libertad y curiosidad mediante la respiración en
lugar de contraerte o huir de ellos. Libérate de los juicios y el miedo a
sentir e intenta asumir una actitud gozosa ante tu propia toma de conciencia
de la necesidad de atención de esa área del cuerpo o esas emociones.
Dirige la respiración hacia la zona molesta. Lo normal es que sientas un
alivio rápido. Si no es así, podría ser indicio de un problema crónico para el
que necesitarás ayuda a no ser que sepas tratar ese tipo de situaciones. A lo
largo del capítulo se proporcionarán más técnicas de despejamiento.
Si no experimentas molestias, puede que tengas cierta sensación de estar
más presente y ser más real. Puede que te sientas relajado y el cuerpo un poco
pesado al rato de tener enfocado el cordón de conexión.
8. Cuando te acostumbres al cordón de conexión,
visualiza un cambio de color en el cordón. Contempla el espectro completo de
colores y varía los tonos y texturas de cada color. Que sea divertido. Mantén
lo suficiente cada color notando el efecto sobre ti mismo en cada cambio.
Explora todos los colores que se te ocurran además de los que se presentan
aquí.
Empieza con los azules; cambia el color del cordón a azul pálido, luego a
azul intenso, a azul marino, a azul verdoso y, finalmente, a azul cobalto.
Añade un poco de verde al azul y visualiza el cordón
de un turquesa intenso, luego aguamarina pálido. Experimenta con los verdes: un
verde pastel, un verde esmeralda, un verde selva, un verde oliva, un verde
hierba, un verde amarillento pálido.
Después, visualiza los amarillos: amarillo pastel,
amarillo brillante, amarillo dorado y amarillo mostaza. Ahora contempla tonos
de naranja: naranja amarillento pálido, melocotón, naranja brillante como la
fruta, salmón, óxido y naranja rojizo.
Visualiza los rojos: rosa pálido, rojo clavel,
fucsia, rojo vivo, rojo sangre, granate y rojo violeta.
Ahora los violetas: azul lavanda, azul real, azul
uva y azul violeta.
Luego intenta los blancos: blanco puro, blanco con
destellos de luz, nacarado o perla, y crema.
A continuación, visualiza los tonos marrones: tostado, camello,
chocolate, caramelo, marrón grisáceo como la corteza de un árbol.
Deja los colores metálicos para el final: plateado metálico, dorado
metálico, cobre, platino y finalmente mezcla de plata y oro.
Encontrarás que algunos colores tranquilizan y calman y otros te hacen
sentir más fuerte y más seguro de ti. Algunos colores te ayudarán a sentirte
más en tu cuerpo mientras otros son desagradables y no favorecen la conexión.
Encuentra los que te gusten y haz una lista comentando lo que te hacen sentir
o, si tienes buena memoria, toma nota mentalmente.
9. Cuando termines de recorrer los colores, decide
cuál quieres ahora. Elimina el primer cordón tirando de él hacia abajo y
dejándolo caer hacia tierra. Ahora proporciónate un nuevo cordón del color
elegido y envíalo al centro de la Tierra.
10. Abre los ojos.
A partir de este instante, si te despiertas cansado y gruñón, puedes usar el color del cordón que te haga sentir más ligero y activo. Si te encuentras pasando una época de dudas y falta de confianza puedes utilizar el color del cordón que te proporcione más cualidades positivas.
La conexión a la tierra no va a solucionar todos tus
problemas ni va a hacer que desaparezcan los estados emocionales desagradables
pero te puede ayudar a pasarlos más rápida y fácilmente. Saber qué color es
mejor y para qué situación, te ayudará a mantenerte conectado y serás capaz de
superar los momentos en que querrías abandonar.
Durante una semana aproximadamente empieza cada
mañana desprendiéndote del cordón anterior y tomando uno nuevo. El color puede
ser igual o distinto al anterior, de acuerdo con tus necesidades. Repite el
proceso tantas veces como te acuerdes. Aunque al principio sean cincuenta veces
al día, aunque estés paseando por la calle, o en el trabajo, crea un nuevo
cordón. Cuanta más energía de pensamiento pongas en crear algo, en algo más
real y duradero se convertirá. Lo harás con tal facilidad que podrás realizarlo
con los ojos abiertos trabajando, paseando o estando dentro del coche.
Al cabo de aproximadamente una semana serás capaz de
conectarte a la tierra por la mañana y lograr que te dure más. Con hacerlo una
vez al día puede ser suficiente. Estarás tan familiarizado entonces con la
diferencia entre estar conectado o no conectado, que sabrás cuándo necesitas
reemplazar el cordón.
Mi experiencia personal y en la enseñanza a muchos alumnos no me ha hecho
creer que el concentrarse durante una semana en conectarse a la tierra sea
opcional -aunque algunos tengan tendencia a saltárselo. Aquellos que realizan
esta semana de forma consistente se sienten más conectados a la tierra, más
presentes y disponibles para la vida y la sanación que aquellos que se han
mostrado menos diligentes. Aquellos que se salten este paso pueden encontrarse
con que el proceso de sanación dure más, que sus desarreglos emocionales se
extiendan más en el tiempo y que su percepción sensorial plena les sea menos
útil y accesible. Por ello insisto en que sigáis el proceso hasta que os
resulte automático.
Después de realizar la meditación conectiva, como se detalla en los pasos
del 1 al 9, no es necesario repetir toda la secuencia de colores a no ser que
exista una razón personal para ello. Esa parte del proceso sólo tiene por
objeto la identificación de los mejores colores para la conexión. Mi anécdota
favorita sobre la conexión a la tierra ocurrió en una clase de meditación para
niños que impartí hace unos años. Después de realizar la meditación de conexión
que necesariamente tuve que abreviar, pedí a cada niño que expresara al grupo
lo que sentía al estar conectado. La primera respuesta fue la de un niño de
tres años y medio que dijo: «Es como mi mamá».
Otro niño de la misma edad respondió: «Se siente como en una tienda de
salud, como algo bueno». Hizo una pausa, se movió un poco y añadió: «No sé si
me gusta o no».
El resto de los niños dieron su versión de la conexión hasta llegar a la
última, una niña de siete años que no quería hablar. Bajaba la cabeza hasta
donde podía y parecía que iba a llorar. Yo sabía que sus padres se estaban separando
y preparando el divorcio. También sabía que lo estaba pasando mal.
Dejé de mirar hacia ella y empecé a explicar al grupo cómo a veces cuando
te conectas a la tierra te das cuenta de que hay sentimientos en ti de los que
antes no eras consciente. Seguí diciendo: «A veces son sentimientos de ternura
y de cariño, como los que ha descrito Elizabeth. Pero otras te hacen daño, como
cuando sientes tristeza o rabia. El truco no consiste en hacer que
desaparezcan, sino en seguir con ellos. Respirad muy profundamente e intentad
sentirlos más intensamente. Entonces ocurre algo verdaderamente mágico. Después
de unos minutos sintiéndolo, habrá desaparecido el dolor y ni siquiera sabréis
cuándo se fueron. Os sentiréis bien de nuevo. Pero si no seguís con ellos y los
sentís hasta que se vayan, se quedarán en el cuerpo esperándoos. De modo que es
mejor sentirlos ahora en lugar de temer que vuelvan».
La niña triste no dijo nada. Sin embargo, después de unos diez minutos,
cuando estábamos en medio de otro proyecto, se incorporó y exclamó: «¡Se han
ido!» Luego bajó la cabeza con timidez al darse cuenta de que había gritado. Le
pregunté qué se había ido. Respondió: «Los sentimientos, como tú decías. Estaba
muy triste, pero he hecho lo que nos decías». Sus ojos estaban llenos de
sorpresa y hasta de una cierta reverencia -como si quizá la técnica, o el
profesor tuviera magia.
Unos días después llamó la madre de la niña para decirme que su hija
había llegado del colegio muy agitada. Cuando su madre le preguntó qué le
pasaba, la niña contestó: «Tengo sentimientos, así que me voy a mi cuarto a
sentirlos». Veinte minutos después salió de su cuarto vestida para salir a
jugar. Cuando le preguntó qué pasaba, le contó a su madre lo que había aprendido
en clase: esa forma mágica de ordenar a los malos sentimientos que se fueran y
no volvieran. La buena voluntad de esa niña inocente fue un gran ejemplo para
todos.
No tienes que esperar al siguiente si no quieres. Existe una corriente
natural y una relación complementaria entre la conexión a la tierra y el
despejamiento del aura.
A partir de este instante, si te despiertas cansado
y gruñón, puedes usar el color del cordón que te haga sentir más ligero y
activo. Si te encuentras pasando una época de dudas y falta de confianza puedes
utilizar el color del cordón que te proporcione más cualidades positivas.
La conexión a la tierra no va a solucionar todos tus
problemas ni va a hacer que desaparezcan los estados emocionales desagradables
pero te puede ayudar a pasarlos más rápida y fácilmente. Saber qué color es
mejor y para qué situación, te ayudará a mantenerte conectado y serás capaz de
superar los momentos en que querrías abandonar.
Durante una semana aproximadamente empieza cada
mañana desprendiéndote del cordón anterior y tomando uno nuevo. El color puede
ser igual o distinto al anterior, de acuerdo con tus necesidades. Repite el
proceso tantas veces como te acuerdes. Aunque al principio sean cincuenta veces
al día, aunque estés paseando por la calle, o en el trabajo, crea un nuevo
cordón. Cuanta más energía de pensamiento pongas en crear algo, en algo más
real y duradero se convertirá. Lo harás con tal facilidad que podrás realizarlo
con los ojos abiertos trabajando, paseando o estando dentro del coche.
Al cabo de aproximadamente una semana serás capaz de
conectarte a la tierra por la mañana y lograr que te dure más. Con hacerlo una
vez al día puede ser suficiente. Estarás tan familiarizado entonces con la
diferencia entre estar conectado o no conectado, que sabrás cuándo necesitas
reemplazar el cordón.
Mi experiencia personal y en la enseñanza a muchos alumnos no me ha hecho
creer que el concentrarse durante una semana en conectarse a la tierra sea
opcional -aunque algunos tengan tendencia a saltárselo. Aquellos que realizan
esta semana de forma consistente se sienten más conectados a la tierra, más
presentes y disponibles para la vida y la sanación que aquellos que se han
mostrado menos diligentes. Aquellos que se salten este paso pueden encontrarse
con que el proceso de sanación dure más, que sus desarreglos emocionales se
extiendan más en el tiempo y que su percepción sensorial plena les sea menos
útil y accesible. Por ello insisto en que sigáis el proceso hasta que os
resulte automático.
Después de realizar la meditación conectiva, como se detalla en los pasos
del 1 al 9, no es necesario repetir toda la secuencia de colores a no ser que
exista una razón personal para ello. Esa parte del proceso sólo tiene por
objeto la identificación de los mejores colores para la conexión. Mi anécdota
favorita sobre la conexión a la tierra ocurrió en una clase de meditación para
niños que impartí hace unos años. Después de realizar la meditación de conexión
que necesariamente tuve que abreviar, pedí a cada niño que expresara al grupo
lo que sentía al estar conectado. La primera respuesta fue la de un niño de
tres años y medio que dijo: «Es como mi mamá».
Otro niño de la misma edad respondió: «Se siente como en una tienda de
salud, como algo bueno». Hizo una pausa, se movió un poco y añadió: «No sé si
me gusta o no».
El resto de los niños dieron su versión de la conexión hasta llegar a la
última, una niña de siete años que no quería hablar. Bajaba la cabeza hasta
donde podía y parecía que iba a llorar. Yo sabía que sus padres se estaban separando
y preparando el divorcio. También sabía que lo estaba pasando mal.
Dejé de mirar hacia ella y empecé a explicar al grupo cómo a veces cuando
te conectas a la tierra te das cuenta de que hay sentimientos en ti de los que
antes no eras consciente. Seguí diciendo: «A veces son sentimientos de ternura
y de cariño, como los que ha descrito Elizabeth. Pero otras te hacen daño, como
cuando sientes tristeza o rabia. El truco no consiste en hacer que
desaparezcan, sino en seguir con ellos. Respirad muy profundamente e intentad
sentirlos más intensamente. Entonces ocurre algo verdaderamente mágico. Después
de unos minutos sintiéndolo, habrá desaparecido el dolor y ni siquiera sabréis
cuándo se fueron. Os sentiréis bien de nuevo. Pero si no seguís con ellos y los
sentís hasta que se vayan, se quedarán en el cuerpo esperándoos. De modo que es
mejor sentirlos ahora en lugar de temer que vuelvan».
La niña triste no dijo nada. Sin embargo, después de unos diez minutos,
cuando estábamos en medio de otro proyecto, se incorporó y exclamó: «¡Se han
ido!» Luego bajó la cabeza con timidez al darse cuenta de que había gritado. Le
pregunté qué se había ido. Respondió: «Los sentimientos, como tú decías. Estaba
muy triste, pero he hecho lo que nos decías». Sus ojos estaban llenos de
sorpresa y hasta de una cierta reverencia -como si quizá la técnica, o el
profesor tuviera magia.
Unos días después llamó la madre de la niña para decirme que su hija
había llegado del colegio muy agitada. Cuando su madre le preguntó qué le
pasaba, la niña contestó: «Tengo sentimientos, así que me voy a mi cuarto a
sentirlos». Veinte minutos después salió de su cuarto vestida para salir a
jugar. Cuando le preguntó qué pasaba, le contó a su madre lo que había aprendido
en clase: esa forma mágica de ordenar a los malos sentimientos que se fueran y
no volvieran. La buena voluntad de esa niña inocente fue un gran ejemplo para
todos.
No tienes que esperar al siguiente si no quieres. Existe una corriente
natural y una relación complementaria entre la conexión a la tierra y el
despejamiento del aura.
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