La curación energética
Richard Gerber.
Edición de 1988, Barcelona
cap I
De
hologramas, energía y medicina vibracional
Una visión
einsteniana de los sistemas vivientes
La práctica actual de la
medicina se funda en el mo-delo newtoniano de la realidad; en esencia éste es
una manera de ver el mundo que lo contempla como un complicado mecanismo. El
médico abstrae el organismo considerándolo como una gran máquina, gobernada por
el cerebro y el sistema nervioso peri-férico, por un ordenador biológico, en
último término. Pero, ¿es en realidad el ser humano sólo una máquina, por
estupenda que se nos describa? ¿O es un complejo mecanismo biológico en
interacción dinámica con una serie de campos interpenetrados de energía
vital..., el llamado deux ex machina? En este libro presentamos una
nueva manera de ver la curación, que implica la noción evolutiva de la ma-teria
como una de las expresiones de la energía; este nuevo campo de curación basado
en el paradigma einsteiniano es lo que llamamos la medicina vibra-cional.
El paradigma einsteiniano en su aplicación a la-medicina
vibracional contempla a los seres humanos como redes de campos complejos de
energía en interfaz con los sistemas físico/celulares. La medi-cina vibracional
utiliza formas especializadas de la energía para actuar positivamente sobre
aquellos sistemas energéticos que pierdan su equilibrio por el estado de enfermedad.
Al devolver los equilibrios a los campos de energía que cohtribuyen a regular
la fisiología celular; el sanador vibracional intenta res-tablecer el orden en
un plano más alto de la funcio-nalidad humana.
El postulado de que toda materia es
energía cons-tituye el fundamento para comprender cómo el ser humano puede
considerarse como un sistema di-námico de energías. Mediante su famosa ecuación
E = me2, Albert Einstein
demostró científicamente que la energía y la materia son expresión dual de una
misma sustancia universal; esa sustancia es la energía primaria o vibración de
la que todos esta-mos formados. Es por esta razón que la empresa de intentar la
curación del cuerpo mediante manipula-ciones a este nivel básico, vibracional o
energético, merece propiamente el nombre de medicina vibra-cional. Pero, si
bien las teorías de Einstein han en-contrado aceptación y aplicación, aunque
poco a poco, en la mente de los físicos, en cambiojos médicos aún no han asimilado
las profundas revelaciones einsteinianas en su enfoque del ser humano y de la
enfermedad.
El
modelo conceptual médico de la actualidad considera el comportamiento
fisiológico y psicoló-gico del hombre como funciones de su equipo físico, el
cerebro y el cuerpo. El corazón es una bomba mecánica que suministra oxígeno y
sangre rica en nutrientes a los sistemas orgánicos del cuerpo y el cerebro. Los
médicos creen haber entendido el corazón tan perfectamente, que inventan
sustitutos mecánicos para que se encarguen de las funciones de aquél cuando
desfallece. En cuanto al riñon, muchos médicos han observado su función
primordial de mecanismo automático filtrante y de intercambio, y han logrado
reproducir esta capacidad de eliminar impurezas y toxinas mediante la
construcción de máquinas de hemodiálisis. Aunque los progresos de las técnicas
biomédicas han suministrado a los médicos un mayor número de piezas de recambio
que permiten sustituir órganos enfermos y vasos sanguíneos, falta todavía
(lamentablemente) el co-nocimiento más amplio que permitiría dar marcha atrás a
muchos procesos patógenos, o evitarlos.
Desde los tiempos de Isaac Newton las
analo-gías mecánicas han sido de gran utilidad para explicar el comportamiento
del mundo físico. El pensador newtonianb contemplaba el universo como un gran
mecanismo ordenado, divino pero predecible de donde se deducía que el ser humano, a
imagen y semejanza de su Creador, estaría constituido de ma-nera similar. De
tal manera que durante la era new-toniana la anatomía humana se interpretaba
como una complicada maquinaria biológica. El punto de vista mecanicista se
hallaba tan arraigado que para los pensadores de la época todo el universo
venía a ser como un gran mecanismo de relojería. Poco ha cambiado, siguiendo la
evolución del pensamiento científico a lo largo del tiempo, la perspectiva de
la medicina en cuanto al funcionamiento interno del ser humano; para los
médicos de hoy el cuerpo hu-mano sigue siendo una maquinaria complicada. La
única diferencia es que ahora tienen técnicas más avanzadas, para estudiar esa
relojería biológica al nivel molecular.
Los planteamientos iniciales de la medicina new-toniana fueron los
quirúrgicos. Estos cirujanos anti-guos intervenían en el organismo humano bajo
la premisa básica de que se trataba de un complicado sistema de tuberías; el
cirujano moderno puede con-siderarse como un «biofontanero» más avanzado que
sabe cómo buscar y desmontar la pieza «enfer-ma» y cómo volver a conectar la
instalación de ma-nera que vuelva a funcionar correctamente. Por otra parte,
son más recientes los progresos de la farma-cología, cuyos tratamientos
proporcionan nuevas ma-neras de «arreglar» el organismo claudicante. Aunque
parta de una filosofía diferente, la farmacotera-pia no deja de ser también
newtoniana por cuanto considera el cuerpo como un biomecanismo com-plejo. En
vez de usar el bisturí del cirujano, en este caso el médico recurre al producto
farmacéutico a modo de flecha mágica disparada hacia el tejido sobre el que
juzga necesario actuar; mediante distintas fórmulas vigoriza determinadas
células o destruye las que no están funcionando correctamente según los
criterios de la necesidad médica. Los progresos de la biología molecular hoy
permiten apuntar con gran precisión esos dardos mágicos, y se espera crear
otros fármacos aún más eficaces y de menor toxicidad general para el organismo.
Aunque ambos planteamientos, el farmacológico y el quirúrgico, hayan aportado
adelantos significativos en cuanto al diagnóstico y al tratamiento de las
dolencias huma-nas, ambos son deudores del modelo newtoniano del cuerpo humano
como una complicada relojería de órganos físicos, intercambios químicos,
enzimas y receptores de membranas.
Pero la visión mecanicista, newtoniana,
no es sino una aproximación a la realidad. Farmacología y cirugía dan un
arsenal incompleto porque ignoran las fuerzas vitales que animan e insuflan
vida en la biomaquinaria de los sistemas vivientes. El principio básico de la
máquina es que el funcionamiento del conjunto puede inferirse considerando la
suma de sus partes. En cambio los humanos, a diferencia de las máquinas, son
algo más que la suma de una serie de compuestos químicos y sus reacciones.
Todos los organismos necesitan una fuerza vital sutil que ori-gina un
sinergismo a través de una determinada or-ganización estructural de los
componentes molecu-lares; y debido a ese sinergismo, el ser vivo, como un todo,
es más que la suma de sus partes. Esa fuerza vital introduce la organización en
los sistemas vi-vientes, y restaura y renueva constantemente su propio vehículo
celular de expresión. Cuando la fuerza vital abandona el organismo y éste
muere, el mecanismo físico se degrada poco a poco hasta que no queda sino una
serie desorganizada de compuestos químicos. Ése es uno de los extraordinarios
principios que distinguen a los sistemas vivientes de los no vivientes y a los
seres humanos de las máquinas.
Esta
fuerza vital y vivificante es una energía no tenida en cuenta por los actuales
pensadores meca-nicistas y newtonianos cuyas opiniones dan el tono en la
medicina ortodoxa de nuestros días. Ellos no estudian ni discuten esas fuerzas
sutiles, porque no se dispone en la actualidad de ningún modelo científicamente
admisible que explique su existencia y su modo de actuar. En parte, la
incapacidad actual de la ciencia moderna para encarar las fuerzas vitales que
animan la máquina humana, deriva del milenario conflicto entre los sistemas de
creencias occidentales y los orientales, de donde resultan dos cosmovisiones
distintas, que a su vez explican el no menos antiguo cisma entre ciencia y
religión; de he-cho, la aplicación del modelo newtoniano a la expli-cación del
funcionamiento del cuerpo humano refleja un afán, por parte de los científicos,
de aprehender las funciones humanas sacándolas de la esfera de lo divino para
llevarlas al mundo mecanicista que ellos podían entender y manipular. Así la
mecanización del organismo humano fue un paso más del movimiento que pretendía
alejarse de las explica-ciones religiosas de las místicas fuerzas que mueven a
los humanos en su vida, y por vías no menos misteriosas, asimismo en sus
enfermedades y en su muerte.
De ahí que las concepciones médicas de
nuestro tiempo sean solidarias de aquel paradigma, ya muy arraigado puesto que
cuenta con varios siglos de an-tigüedad. El modelo newtoniano tuvo su
importancia por cuanto sirvió de fundamento a los progresos del maqumismo y
base teórica de la revolución in-dustrial. Andando el tiempo, no obstante, los
mis-mos científicos tropezaron con las insuficiencias de aquél, a medida que
profundizaban en los fenómenos de la electricidad y el magnetismo, que no se
lograba explicar adecuadamente, como tampoco explica el papel de las fuerzas
vitales en los organismos vivientes. En un momento dado el vitalismo adquirió
cierta difusión en los medios de la medicina, pero el exceso de confianza que
inspiraba la ciencia y la técnica hizo que esos «filosofismos» quedaran
prontamente descartados en favor de los modelos mecanicistas de la vida
orgánica.
El paradigma newtoniano se basa en los primeros modelos de
comportamiento mecánico que su-ministraba la observación de la naturaleza. Así Newton
analizó la aceleración y la gravedad des-pués de haber reparado en la caída de
una manzana. Aplicando las matemáticas a sus observaciones, de-dujo las
diferentes leyes del movimiento que expli-caban lo que había visto. Y con estas
primeras leyes newtonianas los científicos pudieron predecir la ac-ción de
cualquier sistema mecánico. El modelo newtoniano supuso un progreso nada
desdeñable en su época. Mediante el desarrollo del cálculo Newton ponía en
manos de los científicos un instrumento útil para profundizar en el estudio del
universo ob-servable. Ello inauguró nuevos caminos para el des-cubrimiento
científico y permitió la creación de mu-chos inventos que han beneficiado a la
humanidad. Pero recordemos que las leyes de Newton se refe-rían, en su origen,
a la fuerza de la gravedad y a su acción sobre las masas que se mueven dentro
del campo gravitatorio terrestre, y que algunos años más tarde no sirvieron
para explicar la electricidad ni el magnetismo. Lo que planteaba la necesidad
de postular nuevos modelos del universo que diesen cabida a aquellos nuevos y
curiosos fenómenos energéticos.
Hoy, una vez más, los científicos
empiezan a descubrir fuerzas que tampoco se adaptan al modelo convencional,
newtoniano,. de la realidad. Aunque la ciencia ortodoxa no quiera reconocerlas
como tales, las energías de la fuerza vital son estudiadas por numerosos
investigadores que han comprendido su importancia esencial para los sistemas
vivientes. Por desgracia la mayor parte de la investigación bio-lógica y médica
se mueve todavía dentro de las co-ordenadas de un modelo newtoniano de los
seres vi-vientes, que considera el cuerpo humano como una máquina celular.
Estos investigadores aún no admiten el papel primordial que corresponde a las
energías vitales que animan y vivifican el organismo; y aunque la medicina ha
alcanzado un grado conside-rable de perfeccionamiento con el estudio de las
in-teracciones celulares a nivel molecular, todavía los modelos fisiológicos se
basan estrictamente en el comportamiento de la materia física densa, y excluyen
la acción de los campos bioenergcticos que operan sobre los patrones celulares
de crecimiento y ex-presión física.
Aparece
no obstante una nueva generación de médicos/sanadores que pretenden interpretar
el fun-cionamiento del ser humano desde el revolucionario punto de vista de la
materia como energía. Estos sa-bios espiritualistas contemplan el cuerpo
humano como un modelo instructivo a través del cual po-dríamos empezar a entendernos
nosotros mismos, y más aún, entender el funcionamiento íntimo de la naturaleza
y los secretos del universo. Si compren-demos que el humano es un ser hecho
de energía habremos sentado las bases para una nueva conside-ración de la
salud y la enfermedad; y este nuevo planteamiento einsteiniano, además de
proporcionar a los médicos del futuro una perspectiva inédita en cuanto a los
orígenes de las dolencias, promete me-dios más eficaces para aliviar el
padecimiento hu-mano.
A
diferencia de los enfoques convencionales far-macológico y quirúrgico, la
medicina vibracional intenta el tratamiento de los humanos mediante las
energías puras. Esa perspectiva teórica se basa en la convicción de que el
orden molecular del cuerpo físico, en el fondo no es más que una retícula
com-pleja de campos de energía entrelazados. Y esa retí-cula energética, que
representa el sustrato físico/ce-lular, recibe organización y alimentación de
otros sistemas energéticos «sutiles» que son los que coor-dinan la fuerza vital
con el organismo. Existe, pues, una jerarquía de sistemas energéticos sutiles
que coordinan las funciones electrofisiológicas y las hor-monales, así como la
estructura del cuerpo físico al nivel celular. Es a estos niveles sutiles,
fundamen-talmente, donde tienen sus orígenes la salud y la en-fermedad. Estos
sistemas exclusivos de energía son afectados en gran medida por nuestras
emociones y por el nivel de equilibrio espiritual tanto como por factores
nutricionales y ambientales. Las energías su-tiles modifican los patrones de
reproducción celular tanto en sentido positivo como negativo.
La sabiduría médica convencional adhiere
a la noción errónea de que todas las enfermedades pue-den curarse mediante la
reparación física o la elimi-nación de los sistemas celulares anómalos. Median-
te los fármacos y la cirugía, el médico intenta recon-ducir un componente
disfuncional, digamos una ar-teria ateromatosa, como si fuese un fontanero
alta-mente especializado operando sobre un desagüe atascado. Utilizará fármacos
para tratar de mejorar la circulación sanguínea pese a las obstrucciones del
colesterol, y si eso no da resultado, es posible que utilice una sonda
dilatable o incluso un rayo láser para destruir esas acumulaciones
disfuncionales de residuos. Pero más habitualmente recurrirá a su pe-ricia para
coser una tubería nueva en paralelo con la antigua y estropeada, a la que
sustituye. Es posible que la clave para el tratamiento de esos estados
re-currentes no sea la sencilla «chapuza» de una solu-ción física, sino que
estribe en corregir los patrones de los campos organizadores de energía que
dirigen la expresión celular de esa disfunción.
Existe un aspecto de la fisiología humana que los médicos no han
comprendido y cuya existencia reconocen de mala gana, y esta dimensión de la
fi-siología humana es el Espíritu en su relación con el cuerpo físico. La
dimensión espiritual es la base energética de toda vida, porque es la energía
del es-píritu lo que anima el soporte físico. La conexión in-visible entre
el cuerpo físico y las fuerzas sutiles del espíritu encierra la clave para la
comprensión de la íntima relación entre materia y energía, Y cuando los
sabios hayan empezado a comprender la verda-dera relación entre la materia y la
energía, se habrán acercado al entendimiento de la relación entre la hu-manidad
y Dios.
El naciente campo de la ciencia que elevará el género humano a
este nuevo nivel de comprensión es la medicina vibracional. La medicina
vibracional intenta curar las dolencias y transformar la conciencia humana
mediante la actuación sobre los patrones energéticos que guían la expresión
física de la vida. Con el tiempo llegaremos a descubrir que la con-ciencia
misma es una forma de energía vinculada integralmente a la expresión celular
del cuerpo físico. En virtud de lo cual, la conciencia interviene en la
creación continua de-, la salud o la enfermedad. Como ciencia del futuro,
la medicina vibracionaí quizás llegue a suministrar las claves para que los
médicos resuelvan el misterio de la buena salud de ciertas personas y el
malestar permanente de otras.
Cuando los representantes de la ciencia
médica hayan entendido mejor las interrelaciones profundas entre el cuerpo, la
mente y el espíritu, así como las leyes naturales por las que se rigen sus
manifesta-ciones en este planeta, podremos tener una medicina verdaderamente holística.
Somos en efecto un mcrocosmos
dentro del macrocosmos, como enseñaban desde hacía mucho tiempo los filósofos
orientales. Los principios que hallamos en ese microcosmos muchas veces guardan
analogía con otros más amplios que gobiernan el comportamiento del
ma-crocosmos. En la naturaleza, muchas veces los pa-trones de orden se repiten
a diferentes niveles jerár-quicos. Si llegamos a desentrañar las leyes
univer-sales conforme se expresan en la materia a nivel microcósmico, nos
habremos acercado al entendi-miento del plano cósmico general. Cuando el humano
haya llegado a entender verdaderamente las es-tructuras físicas y energéticas
de las mentes y de los cuerpos, se hallará mucho más cerca de comprender la
naturaleza del Universo y las fuerzas de creación que le vinculan con Dios.
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