5/4/13

SU «CUENTA CORRIENTE CELULAR»




Para comprender las peligrosas implicaciones de la heridalogía, en primer lugar debemos  examinar la naturaleza de la energía que anima nuestra vida en la tierra. 

Cada uno de nosotros posee cente­nares de circuitos de energía conectados entre sí, una energía que diversas culturas han denominado de forma diferente: el aliento di­vino de la vida que late en cada uno de nosotros. Lo que los indios llaman pruna y los chinos chi'i, los cristianos lo denominan gracia o Espíritu Santo, y los secularistas, vitalidad fuerza vital. Pode­mos pensar que esta energía penetra en nosotros desde el universo, desde Dios o desde el Tao y, a medida que fluye a través de nosotros, nos proporciona la savia que precisamos para alimentar nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestras emociones, además de para con­trolar nuestro medio exterior. Todo en nuestra vida —cada pen­samiento, cada acción en la que participamos— requiere esta ener­gía. Aunque todos poseemos esa fuerza vital, que fluye a través de nosotros, seamos conscientes de ello o no —al igual que Dios «ha­ce salir el solsobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos» (Mateo 5,45)—, podemos maximizar nuestra cantidad de energía y el uso que hacemos de ella. En efecto, potenciar nuestra conciencia psíquica significa ser conscientes del flujo de fuerza vi­tal que fluye a través de nosotros, y de nuestra capacidad de diri­girla hacia determinadas zonas del cuerpo, sin por ello retirarla in­voluntariamente de otras. Imagine este flujo de energía como una asignación equivalente a cien dólares diarios. Su labor consiste en aprender a invertir bien ese capital, porque sus inversiones pueden proporcionarle grandes intereses o hacer que se endeude. Evidentemente, unas inversiones positivas le rendirán unos ingresos positivos, no sólo incrementan­do su energía sino creando una energía adicional. Las inversiones negativas, por en contrario, le ocasionarán deudas. Si la deuda es ma­yor que su asignación diaria, tendrá que pedir un préstamo. En tér­minos energéticos, deberá tomar energía prestada. Esta cantidad adicional de energía puede obtenerse de dos fuen­tes. Una es la energía de otras personas, con las cuales usted se com­porta de forma parasitaria a fin de obtener la energía necesaria para alimentar su sistema físico y emocional. Esta utilización de la ener­gía de los demás crea adicción, y hace que usted se vuelva cada día más incapaz de valerse por sus propios medios y más dependiente de los demás. Necesita de los demás para potenciar su autoestima y para que le indiquen cómo debe vivir, comportarse o pensar, por­que carece de la energía necesaria para crear su propia vida. Esta fuente de energía suele ser de corta duración, porque las personas que se la proporcionan no tardan en darse cuenta de que el hecho de estar con usted les hace sentirse agotadas, faltas de energía, y le rehuirán.
La otra fuente de capital energético adicional son los recursos energéticos que usted posee en sus tejidos celulares. Todas las célu-las de su cuerpo deben cargarse de energía diariamente para sobre vivir, al igual que también necesitan agua todos los días. Debe emplear su asignación diaria de capital energético en alimentar su sistema físico y emocional. Si mantiene su cuerpo en perfectas con­diciones puede alimentar su creatividad, sus relaciones y su necesi­dad vital de optimismo. Pero cuando extrae demasiada energía de su cuenta corriente celular, se endeuda. Cuanto mayor es la deuda más se debilita su tejido celular. Si no modifica este esquema, sal­dando sus deudas con la asignación diaria de energía, corre el ries­go de enfermar.

El seguir aferrado a los acontecimientos negativos de nuestro pasado resulta caro, prohibitivamente caro. Es como tratar de man­tener vivos a los muertos, y exige una tremenda cantidad de ener­gía. Cuando experimentamos un trauma, la naturaleza nos propor­ciona unos fondos adicionales, por así decir, para protegernos durante ese período de crisis, pero se trata de un «préstamo» limi­tado. Ningún préstamo dura eternamente, y la señal de que debe­mos saldar el préstamo es que comenzamos a sentir que el tiempo se ha detenido, que nuestra vida se ha estancado. Cuando nos ne­gamos a librarnos del dolor que albergamos en nuestro sistema, cae­mos en la depresión. La energía tóxica de la depresión alimenta nuestras actitudes negativas hacia los demás y agota nuestros re­cursos energéticos. Comenzamos a proyectar las causas de nuestro fracaso sobre los demás y les achacamos la culpa de nuestra desgra­cia. Esta respuesta irresponsable a nuestros problemas se convierte en una actitud rutinaria. Nos aferramos a las relaciones y a los he­chos negativos del pasado y del presente, porque así podemos con­siderarnos las víctimas y a todos los demás la fuente de nuestras des­gracias. La única forma de modificar ese esquema es librándonos de la carga del pasado, saldando esa deuda energética que ya no podemos mantener. El perdón es un medio de conseguirlo. Perdonar no sig­nifica restar importancia a lo ocurrido, o decir que no importa que alguien le haya violado. Significa librarnos de los sentimientos ne­gativos que albergamos sobre ese hecho y sobre la persona o las per­sonas que lo realizaron. Evidentemente, se trata de un proceso psicológico difícil y complicado.

Pero existe una clara referencia al valor del perdón en el Evangelio cristiano: cuando Jesús perdona a sus asesinos mientras se halla en la cruz, como acto previo a liberar la energía necesaria para que se cumpla la resurrección. Y al referirse a la oración, que para Jesús constituía la clave de la comunión con lo Divino, dijo claramente: «Y cuando estéis orando, si tenéis algo contra alguien, perdonadlo para que también vuestro Padre que es­tá en los cielos os perdone vuestros pecados» (Marcos, 11:25). La energía divina no penetrará en usted mientras no esté dispuesto a perdonar y a seguir adelante con su vida.

El perdón posee un valor extraordinario, pero no es el único medio de liberar energía. 

(texto extraido : Medicina energética)




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